lucas mertehikian


El día del entierro de mi abuelo

fue la tercera vez

que pisé un cementerio.


Cuando era chico las visitas de mamá

a la tumba de la abuela

eran casi un secreto.


Algunos sábados mi tía pasaba a buscarla

y ella se iba sola, sin decir nada.

Papá se sentaba en la mesa del comedor

y tipeaba en la computadora.

Quedaba rodeado por sus papeles

y los suplementos del diario.

–¿Y mamá? –preguntaba yo.

– Fue a Chacarita con tu tía.

Yo tenía diez años

cuando se murió mi tío

y papá viajó solo a Bariloche

donde su hermano vivía y lo enterraron.

Mis abuelos se quedaron en Buenos Aires

porque el médico les había prohibido

las emociones fuertes.


Unas vacaciones en el Sur pasamos por ahí

y con mi hermana mayor acompañamos a papá

a llevar flores a la tumba.

No me acuerdo del nombre

del cementerio privado

pero sí de los muros de ladrillo,

los árboles gigantes

y el ruido de las bordeadoras de césped

que pasaban por algunos costados.

Sólo eso se veía

por encima del suelo verde.

Mi papá se adelantó para pedirle direcciones

a un hombre que barría unas hojas.

Después le puso la mano sobre un brazo

y asintió con la cabeza.

Mi hermana y yo caminamos atrás hasta que se detuvo.

Bajó la vista y nosotros hicimos lo mismo.


Me persigné y vi mi apellido en la chapa

sobre el pasto recién cortado.

Un sábado entré al cuarto de mis papás

y mientras mamá se preparaba para que llegara mi tía

le dije:

–Voy con vos.

No contestó nada.

Cuando sonó el timbre yo abrí la puerta

sin saludar a nadie.


Manejaba el marido de mi tía y entonces recordé

que ella nunca había aprendido.


Bajamos del auto y le compramos flores a un puestero

que saludó a mamá y a la tía por sus nombres.

Atravesamos el campo de las lápidas y llegamos

a una galería donde los nichos se enfrentaban.

Entre ellos quedaba un espacio bastante amplio.


Mi mamá se quejó de la suciedad del lugar

y mi tío trajo una escalera. Mamá subió, se besó la mano

y la posó sobre la placa. Después enganchó una flor

contra el elástico. La siguió mi tía, que hizo

idénticos movimientos. Cuando ella bajó me miraron

pero yo desvié los ojos

y me hice el que rezaba.

Mi tío se quedó unos pasos más atrás

y desde ahí observaba

todo en silencio.


Después de unos minutos seguimos caminando

y también él fue a besar

el nicho de su madre.

Al entierro del abuelo llegamos bien temprano.


Con mis papás y las chicas esperamos en la entrada

que aparecieran los otros.


También fueron algunos amigos

y gente que yo no conocía.


Cuando la viuda bajó de un auto

el sacerdote del lugar se acercó a mamá:

–¿Llegó su madre? –preguntó.

–No es mi mamá –le dijo ella sin mirarlo.


La vieja caminaba con dificultad

del brazo de su hermana

y con la otra mano se acomodaba sobre la nariz

un par de anteojos negros.


La ceremonia fue breve. En la capilla hacía calor

y había olor a humedad.


El cajón no parecía tan grande

como para contener el metro ochenta y cinco

que medía mi abuelo.

Antes de que mi papá y mis tíos tomaran las manijas

una de mis primas se besó la mano

y tocó la madera brillosa.


El cura le dio una palmada en la mejilla

a uno de mis primos más chicos. Lloraba.

–No pasa nada –hubiese querido decirle.

Hay algo lindo acá,

en esta fila de muertos

que a veces llamamos familia.


Pero estuve toda la mañana callado.

Dejaron el féretro en el pozo

y todos salimos cabizbajos. Algunos conversaban.

El viaje de vuelta a casa por la autopista

duró una media hora. No había nubes

y el sol golpeaba fuerte

sobre el parabrisas de la camioneta.

Llamé a mi novia.


Estaba en Uruguay

y la comunicación no era buena.


Después de pronunciar cada palabra

podía oír cómo mi voz llegaba

al otro lado de la línea,

con un segundo de demora.




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Lucas Mertehikian (1986, Buenos Aires)

Es Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires, donde es adscripto de la cátedra de Literatura del Siglo XX. Es colaborador de Revista Ñ -del diario Clarín-, de Los Inrockuptibles y del blog Hablando del Asunto. Publicó el libro de poemas Las listas (El fin de la noche, 2011).

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